Pensad en un niño que lleva toda una semana esperando el fin de semana para salir con sus padres a un parque de atracciones. Ilusionado cuenta cada día como uno menos que le falta para que llegue el esperado domingo, apenas puede conciliar el sueño cada noche pensando en ese algodón de azúcar gigantesco y en un bonito globo de colores que le pedirá a su padre que le compre con el que se paseará, orgulloso, por todo el parque.
Los días de espera pasan hasta que llega el feliz domingo. Se levanta muy temprano despertando, nervioso, a sus padres. Desayuna en un periquete, se viste deprisa y en poco tiempo está dentro del coche con un nudo en el estómago de camino al parque de atracciones.
Una vez pasada la entrada y dentro del parque, llama su atención un payaso con grandes zapatos verdes y nariz roja que, a lo lejos, grita:
“Globos, globos de colores, gigantescos globos”
El ilusionado niño tira de la chaqueta del padre, al tiempo que señala al payaso de los globos. Se dirigen hacia el payaso y le compran el mas maravilloso globo de colores que había visto jamás.
El chico no cabía en sí de gozo, paseaba el globo, como si fuese un cabo gastador del ejercito con la bandera en ristre.
De repente, de la nada, apareció un niño que Leer más….